martes, 13 de septiembre de 2011

De libros y de amores


Todas las noches, y aunque sea de a pedacitos, siento el deseo de estar con ellas, de tenerla entre mis manos, de acariciarlas suavemente con las puntas de mis dedos, mimarlas y cautivarme con su fino y distintivo perfume que sabe a madero y leño. Contemplarlas de lado a lado y de arriba a abajo, deleita, enamora y desata pasiones desesperadas a las que no escapan corazones ni neuronas, y arrebatarle caricias sutiles con cada vuelta de hoja, es un acto de amor del más puro y sincero. Uno quiere cumplir al estar en su compañía, como el sano compromiso que uno siente con quien ama. Ellas no sienten celos de las demás, ni pueden expresar sentimientos, pero embelesan a quienes las contemplan con ávidos ojos de curiosidad y sed de saber, de aprender. Ellas, o ellos, las obras, los libros, son como una mujer, no se comparten ni se prestan, se las mezquina y se las cuida, como un preciado tesoro quienes muchos desean arrebatar.

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