domingo, 26 de junio de 2011

Anécdota

A papá no le gustaba mucho ver TV, y el desembarco de Internet por poco sepulta en casa a la caja boba. Pero en la pantalla chica él tenía una debilidad: ver por las noches al desaliñado y cerebral detective Columbo, interpretado magistralmente por el célebre actor Peter Falk. Cuando absorto se sentaba a ver la serie, estaba prohibido respirar y las moscas no tenían derecho al vuelo.

martes, 21 de junio de 2011

Relato corto


Parado en una esquina céntrica de la ciudad esperando a cruzar la calle, repentinamente sentí el muslo húmedo, como lastimado pero sin sentir dolor. Ví una oscura mancha en el bolsillo derecho del pantalón y dubitativo metí la mano. Sentí el cuerpo frío de la víctima y la sujeté tímidamente. Pronto los dedos se sintieron mojados, viscosos, temerosos. Lentamente saqué la mano empapada en sangre azul, como si a la muerta lapicera la hubiesen matado de un balazo.

sábado, 18 de junio de 2011

El teatro del bien y del mal


A mis rebeldes neuronas ahora se les dieron por imitar a los osos. Se pusieron a invernar. No moleste.
Les dejo esta sublime nota escrita con la inigualable pluma de ese gran escritor uruguayo llamado Eduardo Galeano. Que la disfruten.

Eduardo Galeano

25/09/2001

En la lucha del Bien contra el Mal, siempre es el pueblo quien pone los muertos. Los terroristas han matado a trabajadores de cincuenta países, en Nueva York y en Washington, en nombre del Bien contra el Mal. Y en nombre del Bien contra el Mal, el presidente Bush jura venganza: Vamos a eliminar el Mal de este mundo, anuncia. ¿Eliminar el Mal? ¿Qué sería del Bien sin el Mal? No sólo los fanáticos religiosos necesitan enemigos para justificar su locura. También necesitan enemigos, para justificar su existencia, la industria de armamentos y el gigantesco aparato militar de los Estados Unidos. Buenos y malos, malos y buenos: los actores cambian de máscaras, los héroes pasan a ser monstruos y los monstruos héroes, según exigen los que escriben el drama.

Eso no tiene nada de nuevo. El científico alemán Werner von Braun fue malo cuando inventó los cohetes V-2, que Hitler descargó sobre Londres, pero se convirtió en bueno el día en que puso su talento al servicio de los Estados Unidos. Stalin fue bueno durante la Segunda Guerra Mundial y malo después, cuando pasó a dirigir el Imperio del Mal. En los años de la guerra fría, escribió John Steinbeck: Quizá todo el mundo necesita rusos. Apuesto a que también en Rusia necesitan rusos. Quizá ellos los llaman americanos. Después, los rusos se abuenaron. Ahora, también Putin dice: El Mal debe ser castigado. Saddam Hussein era bueno, y buenas eran las armas químicas que empleó contra los iraníes y los kurdos. Después, se amaló. Ya se llamaba Satán Hussein cuando los Estados Unidos, que venían de invadir Panamá, invadieron Irak porque Irak había invadido Kuwait. Bush Padre tuvo a su cargo esta guerra contra el Mal. Con el espíritu humanitario y compasivo que caracteriza a su familia, mató a más de cien mil iraquíes, civiles en su gran mayoría. Satán Hussein sigue estando donde estaba, pero este enemigo número uno de la humanidad ha caído a la categoría de enemigo número dos. El flagelo del mundo se llama, ahora, Osama Bin Laden. La CIA le había enseñado todo lo sabe en materia de terrorismo: Bin Laden, amado y armado por el gobierno de los Estados Unidos, era uno de los principales guerreros de la libertad contra el comunismo en Afganistán. Bush Padre ocupaba la vicepresidencia cuando el presidente Reagan dijo que estos héroes eran el equivalente moral de los Padres Fundadores de América. Hollywood estaba de acuerdo con la Casa Blanca. En esos tiempos, se filmó Rambo 3: los afganos musulmanes eran los buenos. Ahora son malos malísimos, en tiempos de Bush Hijo, trece años después.

Henry Kissinger fue de los primeros en reaccionar ante la reciente tragedia. Tan culpables como los terroristas son quienes les brindan apoyo, financiación e inspiración, sentenció, con palabras que el presidente Bush repitió horas después. Si eso es así, habría que empezar por bombardear a Kissinger. El resultaría culpable de muchos más crímenes que los cometidos por Bin Laden y por todos los terroristas que en el mundo son. Y en muchos más países: actuando al servicio de varios gobiernos norteamericanos, brindó apoyo, financiación e inspiración al terror de estado en Indonesia, Camboya, Chipre, Irán, África del Sur, Bangladesh y en los países sudamericanos que sufrieron la guerra sucia del Plan Cóndor.

El 11 de setiembre de 1973, exactamente 28 años antes de los fuegos de ahora, había ardido el palacio presidencial en Chile. Kissinger había anticipado el epitafio de Salvador Allende y de la democracia chilena, al comentar el resultado de las elecciones: No tenemos por qué aceptar que un país se haga marxista por la irresponsabilidad de su pueblo. El desprecio por la voluntad popular es una de las muchas coincidencias entre el terrorismo de estado y el terrorismo privado. Por poner un ejemplo, la ETA, que mata gente en nombre de la independencia del País Vasco, dice a través de uno de sus voceros: Los derechos no tienen nada que ver con mayorías y minorías. Mucho se parecen entre sí el terrorismo artesanal y el de alto nivel tecnológico, el de los fundamentalistas religiosos y el de los fundamentalistas del mercado, el de los desesperados y el de los poderosos, el de los locos sueltos y el de los profesionales de uniforme. Todos comparten el mismo desprecio por la vida humana: los asesinos de los seis mil seiscientos ciudadanos triturados bajo los escombros de las torres gemelas, que se desplomaron como castillos de arena seca, y los asesinos de los doscientos mil guatemaltecos, en su mayoría indígenas, que han sido exterminados sin que jamás la tele ni los diarios del mundo les prestaran la menor atención. Ellos, los guatemaltecos, no fueron sacrificados por ningún fanático musulmán, sino por los militares terroristas que recibieron apoyo, financiación e inspiración de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos. Todos los enamorados de la muerte coinciden también en su obsesión por reducir a términos militares las contradicciones sociales, culturales y nacionales.

En nombre del Bien contra el Mal, en nombre de la Única Verdad, todos resuelven todo matando primero y preguntando después. Y por ese camino terminan alimentando al enemigo que combaten. Fueron las atrocidades de Sendero Luminoso las que en gran medida incubaron al presidente Fujimori, que con considerable apoyo popular implantó un régimen de terror y vendió el Perú a precio de banana. Fueron las atrocidades de los Estados Unidos en Medio Oriente las que en gran medida incubaron la guerra santa del terrorismo de Alá. Aunque ahora el líder de la Civilización esté exhortando a una nueva Cruzada, Alá es inocente de los crímenes que se cometen en su nombre. Al fin y al cabo, Dios no ordenó el holocausto nazi contra los fieles de Jehová y no fue Jehová quien dictó la matanza de Sabra y Chatila ni quien mandó expulsar a los palestinos de su tierra. ¿Acaso Jehová, Alá y Dios a secas no son tres nombres de una misma divinidad? Una tragedia de equívocos: ya no se sabe quién es quién. El humo de las explosiones forma parte de una mucho más enorme cortina de humo que nos impide ver. De venganza en venganza, los terrorismos nos obligan a caminar a los tumbos. Veo una foto, publicada recientemente: en una pared de Nueva York, alguna mano escribió: Ojo por ojo deja al mundo ciego. La espiral de la violencia engendra violencia y también confusión: dolor, miedo, intolerancia, odio, locura. En Porto Alegre, a comienzos de este año, el argelino Ahmed Ben Bella advirtió: Este sistema, que ya enloqueció a las vacas, está enloqueciendo a la gente. Y los locos, locos de odio, actúan igual que el poder que los genera. Un niño de tres años, llamado Luca, comentó en estos días: El mundo no sabe dónde está su casa. El estaba mirando un mapa. Podía haber estado mirando un noticiero.

http://www.apc.org/english/rights/newsmonitor/opinion.shtml?sh_itm=721ae341659652d723a9c32b1a555a24