lunes, 28 de noviembre de 2011

Sobre Júpiter y la vida en la Tierra




Júpiter, además de ser el planeta más grande de nuestro Sistema Solar, actúa y actuó siempre como un gran escudo protector, ya que su tremendo poder gravitatorio fue esencial para que pueda haberse desarrollado vida en la tierra, atrayendo y desviando de sus órbitas a peligrosos asteroides que puedan traer consigo riesgos de colisión directa con nuestro planeta. De no ser así, el bombardeo constante de asteroides hubiese hecho imposible el desarrollo de cualquier forma de vida. Júpiter es un gigante gaseoso compuesto por nitrógeno y helio, las sustancias que más abundan en el Universo. El planeta es tan grande, que podrían caber unas mil Tierras en su interior. Según los expertos, por su composición resultó ser un astro fallido, que por circunstancias que se desconocen y que aún hoy se estudian, terminó convirtiéndose en un planeta, cuando iba camino a convertirse en una estrella. A ciencia cierta, aún no sabemos nada de su núcleo, composición y tamaño. Su lugar que ocupa en el Sistema Solar fue clave para la formación de los planetas tal cual hoy los conocemos, ya que su poder gravitatorio sirvió para equilibrar planetas y órbitas cuando estaban en formación. El Sol, hace unos cuatro mil millones de años atrás, tenía una luminosidad de un 30% inferior a la que hoy tenemos, en donde la temperatura en la Tierra estaba por debajo del punto de congelación del agua. Dentro de unos cinco mil millones de años más, brillará y calentará tanto la superficie del planeta que hará hervir los océanos convirtiendo al planeta en una caldera. Su vida llegará a su fin cuando haya agotado todo su combustible interno, convirtiéndose en una gigante roja y engullendo y destruyendo quizás a todos los planetas del Sistema Solar. Todas estas vicisitudes azarosas cósmicas mencionadas y un sin fin más intrínsecas relacionadas con nuestro planeta, hicieron posible el desarrollo de todo tipo de formas de vida en nuestro mundo, acaecidas hace unos cuatro mil setecientos millones de años aproximadamente, proceso evolutivo que una vez puesto en marcha nunca se detuvo y que está en evolución constante, con cientos de miles de especies que luchan día a día por la supervivencia de sus congéneres, tratándose de adaptar al medio en el que viven para no extinguirse.