jueves, 11 de junio de 2009

En el nombre del padre ( II Parte )


Después de misa
llegó a su casa Melisa
trémula, aterrada
con lágrimas en sus ojos
el alma destrozada
y su pavita desplumada.
Luego de la macabra treta
llevada a cabo
por este pérfido monseñor
aún presa del pánico y el terror
la valiente Melisa
le contó a su madre
lo sucedido después de misa.
La indignación y el estupor
llegaron luego del estupro.
Rápido se acallaron a los decentes
y la noticia pronto se hizo intrascendente
en ese modesto pueblo
sumiso, inocente e inconciente.
El poder junto a la Santa Alianza
se encargaron de ocultar el caso.
No hubo ni castigo ni justicia
ni excomunión ni sermón
lo único que hubo
fue un maldito perdón.
Desde Roma llegó la orden
de la Suprema Santidad
de remover a este perverso cura
que no le hizo honor a la castidad.
Avalado por la Cruz
“En el nombre del padre”
y el espíritu santo
a este cura pederasta
en absoluto secreto y silencio
se lo cambió de ciudad.
De ese modo llegó el párroco
a otra ignota parroquia
de un poblado erial
libre éste de culpas y pecados
dispuesto otra vez a atacar.
En las afueras de la ciudad
en un modesto pueblo
el párroco Ermindo
daba la misa de todos los domingos.
En la fila de adelante
yacía inocente la joven Candela
que a este depravado cura
la nena ya le encendió la vela… fin

lunes, 1 de junio de 2009

En el nombre del padre ( I Parte )


En las afueras de la ciudad
en un modesto pueblo
el párroco Ermindo
daba la misa de todos los domingos.
En la fila de adelante
yacía inocente la joven Melisa
despampanante petisa
dueña de dos melones
que hacía aullar a los santurrones
y un solemne anco
que al padre le alborotaba el ganso.
Ya al final de la misa
la inocente Melisa
fue llevada con engaño
por este cura engrosa rebaños
que por un objetivo tenía
saciar su enjuto caño.
-¡Ven hija mía!-
le espetó a la ingenua niña
éste pérfido Monseñor
que hace mucho no veía
la cara del Señor.
No temas adorada mía
y sigue mis consejos
que debajo de mi sotana
tengo un lindo conejo.
-¿Y me hará daño padre?-
preguntó candorosa la niña
-¡no temed!-
adorable criatura
porque yo tengo la llave
para tu santa cerradura
que insertaré en tu ranura
para abrirte las puertas
de esa fértil huerta
donde juntos entraremos
con tu pavo y mi conejo
a la tierra prometida
amada y querida niña. Continuará...