viernes, 16 de diciembre de 2011

Emerindo Estrada: vida y obra de un cagador


Emerindo Estrada, hombre sin título y de mil oficios, dormía siempre con un ojo entreabierto para poder salvar su pellejo. La vida lo había tratado mal últimamente y apretado por las tripas y el hambre, la desesperación y la necesidad extorsionaron al pobre obligándolo a convertirse en un truhan, en un chanta, en un cagador para poder sobrevivir.
Con el tiempo se había ganado más enemigos que los habitantes que habían en la pequeña comunidad. Le era difícil andar sin ser descubierto y sin que ningún estafado lo apuntase con el dedo simulando ser revólver o con el mismísimo revólver al estafador. Se la tenían jurada.
Bajar la guardia no le estaba permitido, dormir era un lujo que no se podía dar y quedarse quieto era suicida. Cuando su cuerpo de tanto correr se desplomaba, el sagaz de Emerindo Estrada antes de desfallecer sobre el improvisado campo de batalla, sabía por que pasadizo escapar cuando el peligro le silbara el pescuezo. Un mal día, desparramado bajo unas chapas olvidadas y oxidadas que le daban cobija, unos de sus ojos que siempre estaba alerta lo traicionó por trabajo forzado, esclavitud y abuso de autoridad. Por derecho al descanso o por negligencia ocular, el astuto ojo se desplomó y al unísono entro en sana comunión con el otro remolón. Por vez primera el cansancio lo había vencido. Para las hienas la mesa estaba servida. Era un hombre muerto con su corazón dando falsos latidos. El cielo repentinamente se puso negro y en las inquietas nubes los refucilos serpenteaban dejando estelas de mil viboritas, dando aviso de que la tormenta acechaba peligrosa y mortal. El viento húmedo lanzado por la tempestad olía a agua y a tierra mojada, a sangre y a destino fatal. No era ningún improvisado el gran escapista y siempre tenía cebos y recursos en su campiña de batalla. Bajo su refugio, en amplio perímetro un gran colchón de hojas secas le hacían de alarma. El truhan de Emerindo dormía fulminado junto a todos sus sentidos insurrectos declarados en huelga. Bajo la incipiente tormenta, unos pasos que traían peligro se hicieron presentes. La alarma que bajito crepitaba bajo los misteriosos pies apenas sonaba. El fugitivo del peligro ni sospechaba. Dormía de costado y acurrucado como en posición fetal. Crac, crac, crac, las hojas secas se resquebrajaban. Las primeras gotas comenzaron a caer como azotes dando aviso en las compungidas chapas. Ya era tarde para intentar escapar. El enemigo ya lo apuntaba. Un frío objeto posado verticalmente sobre su sien terminó violentamente con la huelga de todos sus sentidos. Abrió sus ojos a velocidad de rayo junto con su ajetreado corazón que en su pecho le dio un fuerte topetazo de miedo y alerta, pero antes de que su cuerpo entrara en reacción, un relámpago encendió en llamas los cielos secundado por el reventón del trueno junto al estrépito del cañonazo mortal.

1 comentario:

  1. Atrapante relato, pero me quede con la espina, la janita de saber mas hacer de quien lo mato, o es mas que hizo para que lo merezca.

    como siempre lucho.. lo mejor.

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