Parado en una esquina céntrica de la ciudad esperando a cruzar la calle, repentinamente sentí el muslo húmedo, como lastimado pero sin sentir dolor. Ví una oscura mancha en el bolsillo derecho del pantalón y dubitativo metí la mano. Sentí el cuerpo frío de la víctima y la sujeté tímidamente. Pronto los dedos se sintieron mojados, viscosos, temerosos. Lentamente saqué la mano empapada en sangre azul, como si a la muerta lapicera la hubiesen matado de un balazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario