jueves, 22 de julio de 2010

Vivencias

Pasado el mediodía cuando regresaba del trabajo, en la esquina de casa me topé con una vecina de toda la vida, esta mucho menor que yo por cierto, a la cual no la veía quizás hace un lustro. No me sorprendió verla con un bebe en un cochecito (supongo de ella) ya que siempre iba delante de Schumacher, pero si me causó sorpresa en la manera en que me saludó espetándome: “que tal como le va”. Ante el asombro de su beligerante saludo atiné a levantar las cejas, y como si de un acto de reflejo se tratase, a la mocosa madre con una sonrisa socarrona le respondí: “Muy bien señora, y usted!?” El cimbronazo de mi certera y demoledora respuesta a su saludo dejó a mi incipiente enemiga inerme, yerta y con el rostro macilento solo atinó a abrir los ojos como plato. Luego de haberme tomado una dulce venganza, incólume y solo con las cicatrices naturales en mi rostro que dejan la vida a su paso, herido en mí orgullo de hombre joven raudo partí triunfal.